El
lenguaje de los enfermos es diferente. Escucharlo es un privilegio.
ARNOLDO
KRAUS
¿Cómo
hablar de la enfermedad? ¿Qué palabras, imágenes, metáforas,
entre otras figuras retóricas, elegir para dar cuenta de ella? ¿Cómo
articularlas? ¿Qué tono emplear en el habla y la escritura? Susan
Sontag, en su texto La
enfermedad y sus metáforas,
entre otras cuestiones, ofrece un breve panorama histórico de los
sentidos que han acompañado la noción de “enfermedad” en la
cultura occidental: En la Grecia antigua era entendida como un
castigo, como una posesión demoniaca y/o como la acción de agentes
naturales; en el Cristianismo, como castigo apropiado y justo para el
pecador, en el siglo XIX
se asume que la enfermedad concuerda con el carácter del paciente, y
se la entiende como escenificación de lo mental e incluso de la
voluntad; en el siglo XX
se asiste a una psicologización de la enfermedad.1
Si
bien desde la periferia, y mezclada con maneras distintas de entender
la enfermedad a partir de otras tradiciones, también hemos abrevado
de esta tradición occidental en latinoamérica, y muchos de estos
usos y sentidos atraviesan los discursos que se elaboran sobre ellas;
desde los oficiales realizados por el discurso científico, los de la
medicina, sobre todo la alópata, los textos de divulgación serios y
no tan serios, a los de los médicos, las enfermeras, los amigos y
familiares de los pacientes, y sobre todo, los elaborados por los
propios enfermos. Arnoldo Kraus, médico cirujano, en un esfuerzo por
salir de las connotaciones estigmatizantes, ha procurado escribir a
partir de la escucha de las maneras en que los enfermos se narran a
sí mismos, y lo asume como un privilegio. Para el enfermo, indica,
“el mundo cambia, adquiere tonos inéditos, requiere otras
lecturas. Se escribe con otras palabras, se habla de cosas
diferentes, la mayoría, relacionadas con el cuerpo enfermo”2
Y sobre este ejercicio de escritura, agrega:
“Verterse
en la escritura facilita mirar la enfermedad desde otro ángulo.
Permite, por medio de palabras, aliviar, o al menos comprender un
poco el dolor propio y el de los seres queridos.”3
En su artículo Diario
de una enfermedad recopila
algunos fragmentos de los textos de algunos de sus pacientes. Uno
escribe: “Acoplar las pérdidas, y de ser posible aceptarlas, suele
ser buena pócima. Restarle amargura al dolor es un don que requiere
trabajo. Hay dolores y males imprescindibles. Gracias a ellos se
lucha, se vive. En ocasiones, se triunfa: se muere con menos dolor o
se sobrevive con gallardía.”4
Y vaya que Osiris Ramos sabe de gallardía, está aquí y, de manera pública, primero en su blog La puerta en el muro, ha apostado por una práctica de la escritura sobre y desde la enfermedad buscando ángulos que escapen al fatalismo depresivo o al optimismo ramplón. Una de las entradas que más me gustan se titula “Me gustaría llegar a vieja”, ahí señala: “Voy contra la corriente, porque en estos días, el flujo es que todo el mundo quiere parecer más joven.” Líneas adelante pone énfasis en “lo absurdo de la idea de vivir para siempre, porque la obsesión humana es vivir para siempre y ser joven. Siempre, y en las mejores condiciones. En un estado ideal.”, y así, reivindica la vida, las ganas de vivir intensamente, aún cuando las condiciones, la enfermedad entre otras, no sean las óptimas. Además, es una resiliente: suele gustarle hacer de lo malo algo bueno. La resiliencia, que proviene del latín resilio que significa “volver atrás”, “volver de un salto”, “resaltar”, “rebotar”, es la capacidad de los seres humanos de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas; de hacer frente a las adversidades de la vida, de transformarlas en algo positivo y de dejarse transformar positivamente por ellas.5 Y, ¿no estamos aquí para presentar su libro Trabajo nocturno y otros cuentos?
Tiff Fowers
En al menos diez años de amistad su tenacidad y fuerza para afrontar y sobreponerse a las adversidades no deja de sorprenderme en cada ocasión, no sólo cuando éramos compañeras de la licenciatura, sino a distancia, por ejemplo, cuando se fue a vivir a Canadá sin conocer prácticamente a nadie, y trabajaba largas jornadas; cuando se divorció y de un buen día para otro perdió todo, incluyendo la casa y los muebles; cuando encontró el amor de nuevo y en lugar de hacer pucheros o amargarse como tantos, se la jugó con todo ―y gracias a eso hemos podido conocer a la maravillosa Tiff, que además de cuidar solidariamente a Osiris, diseñó la portada del libro, los carteles y el teaser―; y tras el diagnóstico de cáncer, la operación, la morfina recetada y las radioterapias, empeñarse en recobrar la lucidez, así como en materializar y hacer pública su escritura, con todo lo que esto acarrea, entre otras cosas, buscar y juntar las historias que había redactado en los últimos diez años, volver a trabajarlas, sentarse a leer y a redactar, a hacer correcciones, coordinarse a distancia con los editores de Fides y buscar, junto con ellos, espacios para la presentación del libro. Los relatos compilados en Trabajo nocturno y otros cuentos están atravesados por temas como el tiempo, la muerte, la enfermedad y también la locura, como en Tolvanera y A las escondidas. Osiris aborda estos temas en diversos tonos, algunos sumamente tiernos, como el pasaje sobre el “diablo cojuelo” con el que alucina una niña sumida en la fiebre en el cuento Infirmus animus, o Noviembre; otros son escabrosos y perversos, como Bertoldi y Trabajo nocturno; otros llenos de humor, como es el caso de Ain't got time to bleed, diálogo de una conocida película norteamericana y que el personaje del relato, Alberto, adopta como lema mientras extiende su fantasía tras haber sido diagnosticado:
Imagino
que podría repartir pequeñas invitaciones por email para mi
sepelio, o que después de lo peor alguien más podría cambiar mi
estatus en Facebook por una fórmula más
o
menos así:
Alberto,
Beto para los compas murió en hospital a causa de cáncer a eso del
mediodía, cuando con el cambio de enfermeras nadie se dio cuenta de
que alguien olvidó cambiar la bolsa de morfina y pisaron el oxígeno.
Total, un desmadre. No es que quiera decir que fue negligencia, sin
embargo, como ya tenía cáncer pues no había pedo, seguro moriría.
O
podría ser así:
El
15 de marzo Alberto, el Flaco, murió de cáncer; se
aceptan
donaciones al número de cuenta 45546546464 en
Banamex.
Su familia, que lo ama y extraña los invita al
sepelio
el 18 de marzo antes de las doce del día.6
Líneas adelante, Alberto continúa con sus cavilaciones:
Trabajas
hasta que en cualquier momento vendes tus
sueños
y compras un coche, tienes un perro. A veces una
novia,
pero jamás estás cerca de nada. Todo el mundo quiere
que
seas algo: un hombre, un subordinado..., así podría continuar hasta
el día de mañana, hasta que en Twitter alguien
postee
que soy sabio porque estar cerca de la muerte te hace
mirar
las cosas de diferente modo. Sí, es de esa manera. Sólo
cuando
te vas a morir empiezas a ver que las personas que
sonríen
siempre son sólo eso, personas que sonríen, que todo
se
basa en un momento. Sí, este planeta es azul; ahora lo veo
más
claro, como si un gran telón dejara entrever la verdadera
claridad;
en este momento de iluminación podría iniciar una
melodía
Góspel a manera de soundtrack atronador; un gran
escenario
con gente haciendo solos, como un domingo cualquiera en una iglesia
metodista. ¡Maldita televisión americana, envenenó mis sueños
desde chico! A esto es a lo más
que
llego en la formación de una epifanía.7
El trabajo de escritura de Osiris
Ramos, no sólo en el libro que hoy se presenta, sino en su blog,
consituyen, como ella misma señaló, “pensamientos de lo
cotidiano, a la lucha contra el cáncer, a dar esperanza a otros que
pasan por lo mismo y a la literatura.” La manera en que se articula
la experiencia puede lanzarnos en diferentes direcciones, y es que la
experiencia nunca es algo dado de una vez y para siempre, sino que
está mediada, al menos, por la lengua y las acciones concretas que
llevamos a cabo. Articularla desde la esperanza abre a lo porvenir,
que si bien es azaroso e incalculable, asume lo activo que toda
espera implica.
Presentación en Hostería La Bota
Con la participación de Enrique G. Gallegos.
Notas:
1Cfr.
SONTAG,
Susan, La enfermedad y sus metáforas,
Debols!llo, 2011.
2KRAUS,
Arnoldo, "Enfermedad: una radiografía", La
Jornada,
12 de octubre de 2011.
3KRAUS,
Arnoldo, “Diario de una enfermedad”, La
Jornada,
10 de agosto de 2011.
4Ibidem.
5KRAUS,
Arnoldo, “Resiliencia y enfermedad”, El
Universal,
31 de marzo de 2013.
6RAMOS,
Osiris, Trabajo nocturno y otros cuentos,
México, Fides, 2013, p. 58.
7Ibíd.,
p. 60-61.
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